¿Cuál es tu casa?
Qué difícil es tener el corazón dividido. Cuando estás en casa, pero quieres volver a casa, y viceversa.
Esa es una frase que sólo los que vivimos lejos de casa entenderemos. Porque ahora tienes dos casas. Y no
En año y medio -y mucho antes, no voy a engañar a nadie- me di cuenta, cada vez que volvía a casa, de que quería volver, lo echaba de menos. Son las personas, la vida, el trabajo y la rutina. El que ahora es tu cuarto, tu cocina, el camino a casa después de unas cervezas...
Te puedo asegurar a ti, que me estás leyendo, que el camino a casa en casa, en la de allí, es infinitamente más bonito. Y muchas veces hago el camino más largo porque no me aburro de sacar fotos a las mismas cosas, de ver esos atardeceres desde Sagües, que cada uno es distinto del anterior.
También te puedo asegurar que no hay día que no eche de menos las broncas en casa -base de la comunicación en cualquier hogar que se precie-, a mis amigas, los ratitos escuchando música, mis cervezas con el reportero, o darme un paseo a primera hora por Ulia.
Desde luego que lo mío con Irlanda no es físico, es algo que va más allá. Es la vida que no tenía, que me tiene enganchada, mi vida. Es conocer gente cada día, es un trabajo mejor, es no saber qué responder cuando te preguntan que a ver por qué o cuándo vuelves. ¿Y si la respuesta es nunca?
Vamos a ver, la vida sigue en ambos sitios, y quizás mi vida tenga que seguir aquí, de momento. O no. Si supiera ya cuándo voy a volver, significaría que no estoy disfrutando. Y nada más lejos de la verdad.
Que allí la vida sigue y, aunque me duela, perderé la oportunidad de ver, conocer, y saber más de algunas personas de allá. Mi corazón dividido entre aquello que me espera aquí, y lo que se que podría ser allí. Eso sí que me duele.
Así que, como he hecho desde que me vine, seguiré adelante. Al lugar que sea, pero siempre hacia delante.