Simplemente, no puede ser
Nunca imaginé que llegaría a encontrarme al otro lado de la historia. Desde que tengo memoria, siempre he estado en el mismo lugar, sin importar cuánto lo intentara o con quién. Pensaba que ese era mi destino, que ese era simplemente mi sitio. Pero supongo que la vida se construye a partir de las historias que te suceden y las necesidades que surgen, y quizás, por primera vez, me encuentro en un lugar diferente.
Es un lugar distinto en casi todas las facetas de mi vida. Tal vez porque ahora algunas cosas me importan menos y otras ya no me preocupan. Quizás también sea cuestión de comprender que lo que se da y lo que se recibe no siempre tiene que ser equivalente, pero tampoco debería estar en constante desequilibrio. Y cuando algo muy difícil ocurre y todo sigue descompensado, las excusas como "pensé que no querías hablar de eso" pierden su sentido. Comprender que el agotamiento surge de este tipo de situaciones es, en sí mismo, liberador.
La despreocupación también libera. Cuando esperas algo a cambio y te encuentras sin fuerzas para levantar el teléfono y llamar, y no recibes nada, te ubica en tu lugar. Al principio, sientes rabia, luego tristeza, pero atravesar estas etapas del duelo a menudo lleva a la liberación. La vida es más sencilla para quienes dan lo mínimo, no nos engañemos. La mayoría de las veces, esforzarse en cierto tipo de relaciones no sirve para nada.
Nos hemos acostumbrado cada vez más a las relaciones superficiales, aquellas que no requieren de una gran inversión de tiempo. Se basan en el falso "nos conocemos tan bien que si necesita algo sabe que puede contar conmigo", o no. Esa es una premisa engañosa. Es la premisa fácil. Un par de frases grandilocuentes en el momento oportuno. Un "¿estás triste? no estés triste". Y listo.
Me había prometido no volverme cínica, pero la verdad es que se siente mejor. Se siente mejor tras meses de ausencia después de compartir una situación dramática; se siente mejor tras las mentiras sostenidas en el tiempo; se siente mejor tras el daño que nunca se intentó reparar; se siente mejor después del primer golpe de realidad, pero también cuando hay que explicar que simplemente no puede ser.