Un Domingo Cualquiera
Que la noche del sábado al domingo me quiten el móvil en las primeras dos horas de mi cumpleaños no era precisamente lo que esperaba para cerrar el año. Pero, siendo honesta, lo que realmente me duele del robo (pese a tener seguro) son los recuerdos que guardaba en su funda. Era una funda transparente, y dentro de ella llevaba varios detalles: dos tarjetas de dos bodas a las que asistí este año, una firmada por los novios aquel día. También había una foto de carnet de alguien muy importante y una tarjeta con su nombre de un lugar donde estuvimos juntos. No eran muchas cosas, pero eran mis cosas, recuerdos únicos. Sobre todo, esos pequeños detalles de personas que están pero no están son los que ya no podré recuperar.
Así que ayer, en mi cumpleaños, tuve tiempo para reflexionar sobre esto. El padre de un amigo siempre decía que todo lo que se puede comprar con dinero es barato. Y quien lo entiende, lo entiende. Claro que me dolió que me robaran un móvil que barato no era, pero para eso está el seguro. Sin embargo, esos pequeños detalles no los recuperaré. No volveré a tener esa nota que llevaba siempre conmigo y que me hacía sonreír al recordar tiempos que parecían mejores.
Pero supongo que ahí me di cuenta de que quizá no eran necesariamente tiempos mejores los de algunos recuerdos, y simplemente es hora de dejar sitio a recuerdos nuevos.
Empecé las celebraciones de mi cumpleaños el 23 y fue un día perfecto, por muchas razones, pero sobre todo por las personas con las que lo compartí. Desde el principio hasta el final, un día redondo. Esta última semana he estado rodeada de gente a la que adoro, he recibido regalos de cumpleaños que me han emocionado, notas preciosas, flores de varios tipos, plantas… pero el verdadero regalo llegó ayer cuando pensaba en todo esto. Pasé el día como me gusta, en casa, viendo mi serie favorita, leyendo. No pude contestar casi ningún mensaje porque no tengo móvil, evidentemente tampoco llamadas, pero al final del día me fui a dormir feliz, entre otras cosas pensando que, a pesar de que no fue mi idea de domingo perfecto, pronto tendré uno (otra vez).
El regalo ha sido que he tenido unos meses buenísimos. Que llevo semanas siendo consciente de que hay razones por las que tengo que creerme que estoy en mi prime en prácticamente todos los ámbitos de mi vida, como dice un amigo mío. En que he tenido tiempo en estos meses de ver quién me sostendría si me tambaleaba y quién me recogería si me volvía a caer. Como en la canción de Carolina Durante, llorarías si vieras mi cerebro por dentro, ‘hola, hola, hola, hola: destrucción’. Pero también dice que fuera hay cosas preciosas. Y mis amigos suman más que mis demonios.
Aún me queda un mes por delante que promete mucho, un pequeño viaje que me ilusiona más que nada. Ha sido un año como una montaña rusa, y como me decía mi amiga Mai, que siempre sabe ponerme en mi sitio cuando más lo necesito, he remontado el 2024 de manera épica. Y según Co Star y el Horóscopo Negro, 2025 es mi año. No me importa lo que pensemos sobre su rigor científico. Al igual que el póster en la habitación de Fox Mulder en Expediente X, “I want to believe”.
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