Felicidad = realidad - expectativas

Ya sabéis que mi felicidad está, generalmente, en unas patatas fritas bien hechas. Palomitas hechas en olla con un poco de mantequilla salada, o unas alitas de pollo con el perfect touch de spicy.

Pero aparte de todo eso, tengo un vicio extremo que es soñar de día: en el autobús de camino al trabajo, en los aviones, o antes de dormir. También al despertar. Es como una pequeña droga, imaginarme escenarios de cosas bonitas que me encantaría que me pasaran. Menuda chorrada, ¿eh?

Y entonces muchas veces pienso en escenarios futuros, por ejemplo, del futuro cercano. Cómo será volver a un sitio y encontrarme con la misma persona. Cómo me gustaría que fuera mi cumpleaños. O cómo me gustaría que muchos sueños se me hicieran realidad.

La mayoría del tiempo sé que son cosas que no van a pasar, pero hay que dejar que una sueñe, y claro, aunque sepa perfectamente que NO va a pasar, reconozco que hay un 0,0000001% de mí que aún espera que esas cosillas se hagan realidad.

Como aquella vez que soñé que me tocaba la lotería con el boleto que compré con mi amiga Nahia, un trabajo en Madrid, el chico que me gustó todos esos añosy no me atreví a decirle nada hasta que fue evidentemente tarde, o cómo iría todo si en vez de volver a Cork me hubiese ido a Tombuctú.

Pero entonces me acuerdo de una gran frase, que da título a este post, que Mr. M una vez nos dijo, y que Miss M. me repitió hasta la saciedad cuando me arrastraba por Dublín buscando la felicidad debajo de alfombras y a la vuelta de la esquinas o al fondo de una Hop House:

 

Felicidad = Realidad - Expectativas
— Mr. M

La receta parece sencilla, pero tiene unos ingredientes muy complicados de encontrar al menos aquí. En mi cerebro. Y la mayoría del tiempo, la ausencia de felicidad, es por esto. Por las expectativas.

Después están los imponderables, pero ese es otro tema del que hablaré un día más animado.

Así que el ejercicio de esta temporada es ese, lower las expectativas, y analizar lo que tengo delante, la realidad.