Historias de Cork Pt. DCVIII (por lo menos)

monday-quotes-sayings Un día cualquiera llegas a casa, es lunes, estás agotada, pero agotada de trabajar, no de tener sueño. Te apetece salir de casa, pero tampoco sabes qué hacer. Tienes unas ganas increíbles de volver a casa un rato, unos días, sólo quedan dos semanas, bueno, ni eso. Así que llegas a casa, te pones a sacar los platos del lavavajillas acumulado de todo el fin de semana, meter la ropa de la lavadora en la secadora, y te desplomas en la silla de la cocina pensando: una ducha, peli, quizás palomitas caseras, y a dormir. De repente se te acercan y te dicen, venga, haz lo que tengas que hacer, que vamos a dar una vuelta. Y acabas en el último pub esperado. Uno que en 11 meses casi que llevas en esta ciudad ni conoces. Pasas todos los días por delante y de repente te encuentras con que ni siquiera sabías que eso existía. Un bar absolutamente irlandés. Ahí no te encuentras a ni uno de los millones de extranjeros que hemos tomado Irlanda. Frank Sinatra de fondo, la música bajita. Soy la única extranjera en el bar, y a pesar de que siempre me he creído muy guiri, se dan cuenta. Se dan cuenta los 4 señores de más de 80 años que se están bebiendo unas Guinness, y dos señoras, madre e hija probablemente que se están tomando los Gin & Tonic a pares después de unas evidentes compras extremas de rebajas. El pub tendrá no más de 60 m2, barra incluida. Y una decoración muy rocambolesca. Me pego un cabezazo contra el marco de una foto detrás de mí, mi acompañante se parte de risa porque está más que acostumbrado a que sea la persona más patosa del mundo. "Imagínate que ya ni me duele cuando me doy con las esquinas de la cama en el meñique." le digo. MENTIRA. Pero me pasa casi a diario. Pues en mitad de este ambiente de taberna irlandesa de pueblo de no más de 15 habitantes, suelo de moqueta, sillones de cuero, de los duros, no de los acolchados. Pues ahí, donde las dos señoras, mientras nosotros hablábamos de cosas de trabajo, y de cosas de no trabajo, ocurre algo mágico. Un señor, de unos 400 años, que bebía vino tinto, se pone a cantar con el mayor acento de Cork ever. Un acento como el de la peli de Michael Collins, que la vi anoche y os la recomiendo a todos. Sobre todo porque Julia Roberts imita los acentos peor que yo. Se pone a cantar y silencia a los 8 que estábamos e incluso el barman baja la música. Ahí estuvo el señor, unos 7-8 minutos cantando sin parar. Fijaos que me dejó incluso a mí sin palabras... Me encantaría enseñaros un vídeo, pero la gracia de este bar estaba en el hecho de que no se puede utilizar el móvil. Sí, ya sé, que a ver cómo aguanté y todo eso. Pues estupendamente. Una buena cerveza, una buena conversación, un señor de 654 años cantando con los torrontxos tope rojos y me sobra el móvil. Es más, en la apuesta de a ver quién utilizaba el móvil antes, gané yo. Vamos, que ni lo toqué. A veces los lunes son mágicos, además, encontramos un sitio japonés que no conocía con un sushi espectacular. Así que por favor, que todos los lunes sean como este. Por favor.