¿Quién soy yo para atarte a mí?

Lo supe desde el día en que no recibí ese mensaje de “Buenos días” que solías enviar. En mi cabeza era imposible creer lo que en realidad estaba pasando, pues no quería aceptar que se alejaba. Me aferré a la idea de que me quería tanto como yo. Me hice ilusiones, no sé con qué, pero las hice. Y con el paso de los días me fui dando cuenta de lo engañada que estaba al creer que esto era más de lo que realmente fue.

Llegué a la conclusión de que para él solo era una opción. Cuando, para mí, él era mi prioridad. Por más que me negué a esa idea se hacía más evidente con los días y al final me negué a darle mis días, mi tiempo, y mi vida. No sé por qué estaba tan enamorada de él. Creo que porque despertó cosas que yo pensaba que ya no existían. Me dio las ganas de levantarme y de poder decirme a mí misma: “aquí estoy, ya es tiempo de querer”.

Lamentablemente solo fue una expectativa. No lo juzgo, yo tampoco soy lo que él quería, como también él no fue lo que yo esperaba. El amor no viene con manual de instrucciones, menos con advertencias, eso es algo que uno ya debería saber. Existe la posibilidad de un fracaso, de decepciones, como también la posibilidad de ser feliz, de reír, de pensar en él las 24 horas del día, porque si voy a querer, voy a querer bien y no a medias. Así soy yo, creo que por eso me afectó tanto.

No miento, me dolió mucho tener que despedirme de él sin darle muchas explicaciones ¿Cómo se suponía que tenía que decirle que quiero ser su prioridad? Es como obligarlo a que se interese más en mí, a que me dedique más tiempo, a que me quiera como yo a él, y yo no soy tan poca cosa para mendigar amor.

Él sabía lo que yo sentía por él y sin embargo no lo supo valorar ¿Y quién soy yo para atarlo a un amor inaudito? Realmente pensé que teníamos algo y que existía la idea de tener un futuro juntos. Pero no. Mejor ya no. Porque me valoro y ya dejé de ser su opción, porque sé que tarde o temprano llegará el día en que yo sea la prioridad de alguien más.

Pero primero debo ser mi prioridad.

Artículo por Gabriela Bolaños