Eclipse

Con todo el lío este del eclipse de anoche, esta noche, antes de dormirme, me acordaba de la teoría del hilo rojo, que si me habéis leído un poco sabéis que me gusta. Y que me encanta creer que, de algún modo, está escrito que conozcamos a las personas que pasan por nuestra vida, más o menos importantes en cada momento, o a lo largo de la vida, pero al fin y al cabo, conectadas por ese hilo. Desde y hasta siempre. 

Y me acordaba de una historia que leí hace muchos años sobre el sol y la luna, que eran dos que se gustaban mucho, dos amantes que apenas se veían, y que cuando uno llega, el otro casi se está yendo, y jamás coinciden. Siempre he entendido esto como lo de no encontrarse en el sitio o el momento adecuado. Física y/o mentalmente. 

Pero de vez en cuando se encuentran, y el Sol y la Luna se ven, se ponen al día, puede que se besen dependiendo de la latitud, y entonces haya un eclipse. Una vez cada lustro. Pero con las gafas adecuadas como que merece la pena. Porque tampoco es cuestión de hacerse daño y que eso nos lleve a tomar una determinación y pensar que ojos que no ven, eclipse que no se siente.