En busca de la patata frita perfecta

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No es porque sea Nochevieja

En algún blog que tuve en tiempos ancestros hablé por primera vez del hilo rojo.
No es algo desconocido, pero si era la primera vez que oía hablar de esa teoría.

Hoy he vuelto a pensar en ese hilo rojo. No sé si algún día dejaré de creer en él. A veces está más tenso, otras más flojo. Pero, por más que lo intento, no entiendo las fuerzas que hacen que nos unamos o nos separemos más.
Solo que estos días, entre muchos otros del año, lo pienso. Y realmente creo en la teoría. En que hace ya muchos años, dos meses y algunos días, vi el primer reflejo cobrizo. Ahí no lo sabía. Y quizás ese hilo realmente esté ahí desde el primer día que puse un pie en este mundo.

Si esto fuera una comedia romántica, ese momento parecería intrascendente, pero sería el comienzo de una historia de vaivenes, al principio todo iría en función de las casualidades, de escenas puntuales, pero importantes cuando las pones todas juntas. Son divertidos momentos en los que empieza la chispa, e intuyes en la peli que están hechos el uno para el otro, pero aún no lo saben. Hay alguna escena en la que ella se le queda mirando 5 segundos más, cuando él ya no está mirando; sonríe para sí misma y menea la cabeza como diciendo “qué va, esto no es nada, solamente nos llevamos bien”. Como en “Cuando Harry encontró a Sally”, Esto es igual que en las películas. ¿Recuerdas? En La dama desaparece, cuando ella dice: Usted es el hombre más detestable. Luego se enamoran.

En el transcurso de la peli, cuando por fin parece que todo va a salir bien, miras el reloj y nada te cuadra porque aún quedan 45 minutos de película. Y ahí llega. El chasco. La separación. El drama. De repente no pueden estar más lejos, aunque estén al lado.
Uno de ellos encontrará a alguien, a veces es incluso la razón del drama, todo apunta perfecto, parece todo lo que buscaba en el primero. Todo parece ideal al principio.
La otra persona no se cree lo que está pasando y a pesar del enfado, sigue luchando.

En una peli chorroncia, algo pasa cuando está a punto de tirar la toalla -el hilo rojo-, ella se da cuenta de lo que echa de menos algo que en realidad nunca tuvo, echa de menos algo que no fue y pudo haber sido.
Es una coincidencia, una señal, encontrarse con ese banco en el que se sentaron a mirar el mar o una foto de aquella noche llena de champán en los recuerdos de fotos del iPhone.

Y entonces llega El Momento. Ese en el que se produce un acto heroico, como coger un taxi y que se recorra París hasta encontrarla, o subir hasta el último piso del Empire State como Meg Ryan y Tom Hanks. El hilo rojo.
El hilo rojo hace que confíen una vez más, o por primera vez. Porque saben que hagan lo que hagan, ese hilo siempre estará presente.
Ahora está tenso. Y probablemente lo esté así por mucho tiempo. Esto no es una película. Son six seasons and the movie.

No hay Empire State, no hay Colín Firth vs. Hugh Grant. No va a venir Matthew Macfadyen, porque no soy Keira Knightley. “Ya sabes, te quiero cuando tienes frío estando a 21º, te quiero cuando tardas una hora para pedir un bocadillo, adoro la arruga que se te forma aquí cuando me miras como si estuviera loco, te quiero cuando después de pasar el día contigo mi ropa huele a tu perfume y quiero que seas tú la última persona con la que hable antes de dormirme por las noches. Y eso no es porque esté solo ni tampoco porque sea nochevieja.”.