Red Thursday
“THE MEAN RED DAYS ARE HORRIBLE. SUDDENLY YOU’RE AFRAID, AND YOU DON’T KNOW WHAT YOU’RE AFRAID OF. DO YOU EVER GET THAT FEELING?”
I do.
Hoy es jueves, y una red social me recuerda que hace unos cuantos años era jueves también y yo había salido por la noche. También me recuerda que esa noche yo ya tenía entre ceja y ceja lo que quería. Pero siempre me echaba atrás. Y era LA historia de nunca acabar.
No sé en vuestros lugares de origen pero, de donde soy yo, el sistema de cortejo suele ser un tanto singular: pueden pasar semanas, meses, AÑOS, hasta que empiezas a saludar a alguien con quien llevas todos los fines de semana de las últimas 52 semanas mirándote en el mismo bar a las 3 de la mañana ya con descaro.
Al día siguiente de cualquiera de esas 52 miradas nocturnas sientes vergüenza tremenda, “¿se habrá dado cuenta?”, “será que no le gusto”. Y así hasta el fin de los días o el fin de la noche en la que los tequilas te envalentonan, o de repente es una víspera de San Sebastián o Nochevieja y dices “Perdona, ahora sí que sí “.
Pero, como en la canción de Carolina Durante: se me olvida que no me quieres, sobre todo cuando es viernes.
Y además “pido perdón por no ser mejor que nadie. Pido perdón, no hace falta que me hables“.
Una vez, hace muchos años, llegué llorando desconsolada a casa. A ver, 6.30am, 250 vodkas con zumo de naranja (natural) después todo era mucho más drama que la realidad. Pero fue una de esas primeras veces que sentí que se me había partido el corazón en dos. Y una persona que estuvo conmigo en ese momento me dijo una frase que es muy de madre “no hay mal que 100 años dure”. Y yo le contesté que igual 99 sí, porque me gusta un drama más que a un tonto un lápiz. Corrijo: me gustaba.
Por tonta.
Pero de repente estás una mañana en casa, tumbada, mirando al techo y escuchando música. No hay dramas (al menos no como los de hace 7 años) Y te acuerdas. Se te hace un nudo en la boca del estómago y tienes ganas de llamar por teléfono y hablar. Hablar. Sin objetivos. Sin metas. Sin presión. Sin tristeza. Pero te acuerdas de que 99 años no duran los males, pero un año lo puede cambiar todo.