“The What ifs”
El amor platónico es pura tragedia. No sé si lo has experimentado. Yo sí. Y es una auténtica tragedia. Cuanto más dura ese amor, peor. Al mismo tiempo es maravilloso e incluso en los momentos más bajos, más oscuros, te regala un poco de serotonina extra, para cuando piensas que ya no puedes más.
No sé cuàntos de esos se pueden tener en la vida. Yo tuve uno durante un trillón de años, desde que tuve uso de razón hasta los 20 años. Lo platónico acabó en error. Pero no es algo demasiado importante en mi vida.
Desde entonces he sufrido mucho y lo he pasado muy bien. He llorado, he reído, me he enfadado, he gritado, he querido mandar todo a la porra e ir en busca de la idea de ideal que tenía desde, más o menos, los 22-23 años.
Y he tenido mucho miedo, el miedo no se me ha quitado, de hecho. A encontrarme en una situación que para nada es como la que he imaginado. A encontrarme que todo lo que platónicamente he construido en mi cabeza no fuera más que algo muy lejano.
Y es pérfido aquel amante vulgar que se enamora más del cuerpo que del alma, pues ni siquiera es estable, al no estar enamorado tampoco de una cosa estable, ya que tan pronto como se marchita la flor del cuerpo del que estaba enamorado, «desaparece volando» tras violar muchas palabras y promesas.
Platón - El Simposio
No sé si a los 30 ya se empiezan a cometer grandes errores irreparables. Ni cuándo sabes realmente si ha sido acierto o error.
Lo que sí sé es lo que es la ansiedad, el miedo y la tristeza por hacer daño y por perder una parte muy importante de mi vida. Hay personas sobre las que podría escribir horas, sobre las cosas que he sentido, sobre las que nunca he dicho, sobre las que diría si pudiera parar el tiempo, si lo pudiera echar atrás o si pudiera darle al fast forward.
Y escribo, para mí, para que no se me olviden nunca las cosas que siento en cada momento. Las buenas, las malas, las mejores, las peores. Pero que no se me olviden, porque son muy, pero que muy importantes. Y nunca, nunca quiero olvidarlas.