En busca de la patata frita perfecta

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El post de cuando Linklater dio sentido a muchas cosas

Quien me conoce un poquitito mejor que la media sabe que hay una trilogía que, por culpa de mi hermano, que fue quien me dijo que la viera, necesito ver cada cierto tiempo. Y esta es una de esas semanas, igual que el año pasado por estas fechas, casualmente.

Aprendí de la mano de Iñaki Beti (Q.E.P.D.) que el Ser Humano es un animal social, supongo que no es difícil adivinarlo, pero era la primera vez que tenía que analizar los comportamientos y hacerme entender que el principio de toda sociedad ha sido en una relación de dos. De cualquier tipo de dos. 

Cuando vi esta película, Linklater me metió de lleno en esta historia de dos, y de cómo la magia de las palabras hace que salten chispas en una relación de dos personas que apenas se conocen. De cómo deciden arriesgarse, aun siendo -en principio- por una noche, les hace vivir la aventura de sus vidas. Esa aventura que nunca van a olvidar, esa relación larga de una noche. Que, por oxímoron que parezca, no lo es.

Al igual que hay relaciones que duran años y la rutina es la única conexión, otras se conocen en un tren, o en cualquier lado, y se crea una burbuja en la que las palabras -y todo lo demás- crean una efervescencia que hace que, en este caso la hora y cuarenta y cinco minutos que dura la película te dejen con ganas de más, como esas amistades o relaciones de cualquier tipo que te hacen querer conocer, saber más.

Solo son dos desconocidos cuyos caminos se han cruzado en la intersección de sus vidas y les pasa algo tan sencillo como sentirse bien el uno con el otro, charlando.


P.D. Si no la has visto, no entiendo a qué esperas.