En busca de la patata frita perfecta

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Dancing on my own

A veces hace falta poner normas. No es que siga ni siquiera las mías, la mayoría de las veces son las primeras que me salto. Puede que porque me ponga demasiadas y a veces tengo que tener más manga ancha conmigo misma.
Otras simplemente tengo que seguir el life motto que me propuse a mí misma que seguiría cuando dejé atrás Dublín. El de hacer lo que me haga feliz en cada momento. Que también es una norma u obligación.

¿Que me apetece desaparecer del mundo unas horas? ¿me hace feliz? lo hago.
¿Que me apetece pasarme la noche en vela escuchando La Rosa de los vientos? ¿me hace feliz? lo hago.
¿Que necesito irme unos días a casa? ¿me hace feliz? ¿qué clase de pregunta es esa? ¡Pues claro!

Hoy he visto Forrest Gump por quincuagésimo cuarta vez en mi vida, more or less. Y me he parado a pensar en el destino, por aquello que le dice a Jenny de que no sabe si todos tenemos un destino, que no sabe si algunos estamos flotando de manera accidental, o quizás las dos. No lo dice exactamente con estas palabras, pero me hacía pensar sobre esto, porque tengo una lucha interna constante con el tema del destino.

No sé si que alguien hablara de destino la primera vez venía con un interés esperanzador, como la medicina fácil para pensar que todo pasa por algo, que está escrito en alguna parte. O quizás que hay múltiples universos que crecen de manera exponencial con cada decisión que tomo, las buenas y las malas. En algunos universos se sobrevive, en otros no. En unos estoy casada a los 28 y con dos hijos, en otros me fui a Perú en vez de venirme a Irlanda.

Puedo hablar del universo desde el que os escribo, y en este me equivoco mucho, pero me gusta saber que tomo las decisiones por mí, sobre todo, y porque al final, a quien tengo que aguantar cada día es a mí misma. E imaginad si no me aguanto ni yo. Qué tristeza de vida. 

Y ojalá poderle decir a quien escriba ese destino que hay momentos en los que me gustaría que parase y me dejara disfrutar de algunos momentos un ratito más sin pensar más allá que en esos ratitos en los que se para el tiempo. Se para, al menos, para mí. 

Y si en tu destino, tú, que estás leyendo esto, seas quien seas, encuentras a alguien en un cruce de destinos -esté escrito o no- que sea alguien que te quiera exactamente con estas cosas, con las que enseñas al principio y las que se ven con el tiempo. Cuando estés de buen humor, de mal humor, o regulero porque la Real ha perdido, o porque la bolsa de pelotazos viene más vacía que de costumbre; esa persona entenderá esto y, aún así, creerá que te persigue un halo de luz, porque con eso... con lo bueno, con lo malo y con lo peor, ese es el tipo de persona a quien te quieres arrimar. A quien, a pesar de todo, bueno, ya sabes.