En busca de la patata frita perfecta

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Any given Sunday

Desde que pasó todo en Dublín no puedo decir que sea la misma persona pero, ¿quién lo es cada día? Me juego mi paga del domingo a que no eres la misma persona que ayer, ni la misma que hace dos semanas.

Probablemente no haya pasado nada drástico, pero las pequeñas experiencias del día a día también cambian, por ejemplo, el estado de ánimo, el humor. Que un cliente te diga algo bonito, que una amiga venga a verte y tengas la oportunidad de compartir con ella un ratito cada día durante una semana, que es mucho más de lo que has podido verla en los dos últimos años; terminar una web, o varias, o que tengas el fin de semana más increíble que pudieras imaginar de la manera más sorprendente.



Hay veces que no son experiencias vitales, como el día en el que decidí que iba a ser feliz en vez de morirme del asco en Dublín, pero sí son experiencias que de repente te llenan de Paz, o lo que sea. Como ayer, que lo que empezó siendo una pizza y una pinta acabó en jam session con conocidos y desconocidos y salvando el River Lee. Pero esa es otra historia.

Y es que Irlanda tiene eso. Magia. El sábado en Kinsale noté ese click, el de cuando Mary Poppins nota que ha cambiado el viento. Quizás fuera la infatuación o que me dio un Stendhalazo, pero aparte de que admito que es lo más bonito de Irlanda, era el primer día en siglos que me sentía así de tranquila.