En busca de la patata frita perfecta

View Original

2 años y 2 días

La pereza y, sobre todo, la vida activa me han hecho dejar esto un poco de lado. Y en dos meses, para variar, han pasado dos millones de cosas.

De decidir volverme a Donosti, a dar un giro dramático a los acontecimientos y volver a Cork, a un nuevo trabajo, con mi pequeña gran familia y a darme una -última- oportunidad en Irlanda. A todos los niveles.

El sábado por la mañana, por procesos de aprendizaje varios (y esta es una broma apta para unos pocos) me puse a meditar. Pero a meditar, de meditar. De hacer Ohm y todo el tema.
Y me quise tranquilizar un poco, porque, realmente, este año me ha cambiado más de lo que cualquier año me ha cambiado jamás. Al menos mientras he sido consciente, y desde que tengo memoria.

Y 2017 empezó siendo un poco desastroso por los jaleos que me monto en la cabeza. 

Pero jamás me paré a pensar de verdad.

Soy esa persona que siempre ha buscado la historia especial para todo. La magia en cualquier situación. Como cuando cuento que acabé en Irlanda porque todo apuntaba a ello desde pequeña: fui a San Patricio, me saqué el carnet de conducir el 17 de marzo, me obsesiona Fassbender, y cientos de otras tonterías que en realidad no son otra cosa más que mi toque de magia para que la realidad no sea tan bruta: acabaste en Irlanda porque te rechazaron en Manchester. Y Perú y Argentina no eran una opción que te llamara lo más mínimo. Te escapaste de un sitio en el que no eras feliz y la felicidad la tenías que encontrar dentro de ti. Pero aislada.

Y la felicidad la encontré en Cork. Después busqué mejorar a nivel laboral al mismo tiempo que quería elevar un step en lo personal. Y al final aprendí de ese otro fracaso que ni lo uno, ni lo otro. Ni el dinero da la felicidad, ni eres muy lista eligiendo pareja. Pero he aprendido. Tengo otras cuatro casillas que rascar cuando conozco a alguien. Dime cuál es tu tara y te diré quién eres.

Y ahora lo mismo: me he dejado guiar por señales como ofertas de trabajo que hacía siglos que no aparecían, y otro millón de sensaciones y/o casualidades. Quizás me vuelva a equivocar, pero desde que volví todo ha ido sobre ruedas. He encontrado un piso magnífico, con un compi mejor todavía, vuelvo a estar con la gente que me hacía sentir bien y relajada, y me siento en mi casa, que no es mi casa. Cork es mi hogar fuera de casa.

Pero desde que he vuelto me he dado cuenta de que el cinismo se ha apoderado de mí y me autoboicoteo constantemente. La Ane de hace dos años, cuando le pasaba el más mínimo toque de magia, como en la peli Serendipity, se emocionaba y se tiraba a la piscina al 100%. A la Ane de 2017, le está pasando ahora todo lo que llevaba tiempo pidiendo, y desconfía y también desearía que todo eso viniera de otra persona, en otro lugar. Y estoy hablando en tercera persona sobre mí como Aída Nízar, pero siento que, de todas las decepciones, y de todo este daño que me he hecho en 2016, ya no creo tanto en la magia. Y quiero creer. Pero supongo que tengo que aprender de nuevo. Y confiar.