En busca de la patata frita perfecta

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Hasta pronto, Donosti

Siento que si alguien osa a leer todos mis posts uno detrás de otro pensará que estoy tarada. Pero es que aquí vengo a hablar de mi libro. O de los puntos altos y bajos en mi vida.

Qué difícil es pasarte la vida diciendo adiós cuando vives fuera. Y qué difícil es adaptarse a los cambios en los dos sitios.

Cuando decides dividirte en dos (o en más dependiendo los destinos, en mi caso son 3) has perdido la noción del hogar.

Pero esta vez ha sido distinta, por un sinfín de razones, pero aquí estoy, despegando desde Biarritz llorando como una niña de 7 años con su profesora de inglés de entonces al lado consolándola. Esto es literal, me he encontrado con Miss Dee.

Y ya hemos despegado, y ya sé que volveré en Diciembre. Pero no niego que, después de muchas cosas vividas estos días, me pregunto si no será momento de volver.

La ansiedad de saber que no puedo ir a casa y dormir hasta que quiera cuando quiera. Que no voy a discutir setecientas veces al día con mis padres y hermano, que me pierdo una familia que crece, y me pierdo momentos en los que me gustaría estar con mis amigas y amigos. Me pierdo pensar el "que sería si", o "qué hubiera pasado si". Y siempre te quedas con la duda.

Porque al final, a día de hoy, tal y como hay cambiado las cosas para mí en Irlanda, lo único que me ata a Dublín es mi trabajo, que me gusta mucho, pero, ¿es eso suficiente? Me pregunto.

El dinero no da la felicidad, no si no tienes tiempo de gastarlo con los tuyos. Está claro que si me toca la bonoloto para rato estaría en este avión llorando, pero ya me entiendes.

La vida en el extranjero no es fácil. No todo es los buenos momentos en fotos que veis en instagram, creo que estamos todos de acuerdo en que ahí no vas a poner los malos momentos, a no ser que seáis un poco emos. Tener trabajo está bien, sí, y es con lo que nos apoyamos los que estamos allí. Pero llega ese día en tu vida en el que te preguntas a ti misma a ver si es esa la vida que quieres llevar el resto de tu vida. Pues no. Evidentemente no.

Pero puede que sea que solo he podido disfrutar de Donosti un rato pequeño, o puede que mi amor por ese sitio sea mucho mayor del que pensaba. Puede que la experiencia ya se esté terminando. La luna de miel se acabó. Posiblemente esté chocándome con la realidad y, como decía ayer a un 50% de las Sister's & The City y a Xabier de la Maza, ex súper jefe y mejor persona y amigo, quizás se me haya acabado el amor, como a Brangelina.

Ya no estoy llorando, pero tengo el corazón roto por tanta emoción en un fin de semana.
A una persona especial que sé que me leerá, de la que me he despedido la penúltima con 27 abrazos delante de un autobús, le quiero mandar mi abrazo más fuerte, y todo mi amor.

Gente, nos vemos en los bares.