A veces se aprendeĀ
Es domingo por la mañana, te despides en la estación, y empiezas a darle vueltas a lo que te ha enseñado esto que has vivido. Has aprendido a valorar lo que tienes, y a darte cuenta de que lo de antes no te valoraba. Lo genial que es poderte sentar con todos tus amigos y cenar, hablar, disfrutar sin un "ya luego si eso hablamos".
Que aunque las cosas no siempre salgan de manera ideal por los puñeteros imponderables, al menos sabes que has tenido una versión genial de toda la historia.
Y has aprendido a que te den igual cosas que hace un año te hubieran traído por la calle de la amargura. Y te has guiado por la intuición y sobre todo por el sentido del humor. La sorpresa te la has llevado tú dejándote llevar por primera vez. Por no pensar en lo que será o lo que dejará de ser. Porque simplemente ha sido genial, una buena historia para recordar que la logística ha querido que no sea.
Pero estoy satisfecha. ¿Qué digo satisfecha? Feliz. Aunque también triste. Pero pese a que las Navidades fuera de casa hayan hecho que esté más sensible, hay tradiciones que me las han mantenido, como ver cierta peli que ocurre en Londres en Navidad, con turrón y palomitas, y he estado rodeada por gente genial todo el rato. Y algunas personas, más. Gracias a esas personas. Sobre todo por todo lo que no saben que he aprendido.