En busca de la patata frita perfecta

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No esperes nada 

Cuando siempre has sido la que se lleva los disgustos y la que se lleva las decepciones, cuando de repente eres tú la que no se porta bien, sea la no-relación que sea, no lo llevas bien. Y no sabes qué hacer para remediarlo. Cuando te encuentras con unas palabras que son de todo menos bonitas. Con una discusión inesperada, porque la has liado sin darte cuenta. Lo pasas mal. Lo pasas mal y no hay manera de remediarlo. Porque los chicos, igual que las chicas, mentís cuando decís "que ya está", "que no pasa nada". Yo he dicho esas frases estando de la mayor mala leche en el universo. Queriendo poner caras del revés. Y no hace falta conocerse hace mucho tiempo para ver ciertas cosas. Hace falta reconocer un cambio de humor. 

Tenemos que dejar de hacernos daño. Dejar de hacernos daño con razones que no nos llevan a ningún lado. Tenemos que dejar de hacernos daño con personas con las que nos tratamos bien.

Tenemos que dejar de hacernos daño con fechas de caducidad. Tenemos que aprender a prescindir de etiquetas, a dejarnos querer. A pasarlo bien. Y a no echar de menos a personas que jamás quisieron estar. Sobre todo a los que nunca estuvieron. Y peor, los que dijeron estar y nunca estuvieron. 

Es curioso que sólo escriba cuando algo me entristece. La droga que me alimenta. Para algunos son las estrellas las que les inspiran. A mí siempre me inspira un puñetazo en la tripa. Me inspiran las noches en vela mientras escucho la radio como cada noche para no pensar. 

Para no pensar si hice bien o mal en irme. Para no pensar en si en lo fácil era no encariñarse. Sobre todo con el otro. El humor inglés no es tan bueno como dicen. De hecho se convirtió en malo para la salud, y para la experiencia. Aunque aprendamos.

Para no pensar en cuándo es correcto volver. O si tengo que volver. Para no pensar en que en este limbo en el que vivo pasa el tiempo. Aunque no lo quiera ver. Que cumplí 27 años, y sigue pasando el tiempo. No para. Como el señor de aquel trivial de la tele "no espero a nadie".

Pues no esperes nada de nadie. Y menos de mí. Ni siquiera voy a buscar una excusa.  Aunque esté constantemente pensando en los ojos de quien me mira.