En busca de la patata frita perfecta

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La noche 8,75

Mirad, qué noche. Qué guay. Qué buenas decisiones hemos tomado Gemma -mi amiga catalana- y yo. Las bombas de humo, bien hechas, saben a gloria, porque te puedes ir a otro sitio y no sentirte mal. Y menos cuando el plan era ir a una discoteca con una media de edad de 20.He escrito a unos amigos que hice el fin de semana pasado, ingleses en su mayoría, y nos hemos sumado a ellos. Punto número 1, amemos a los ingleses y a su gentlemanidad, porque aunque lo intentara, no podía pagar nada. Y me han sacado copas. I mean, no sé cuánto puede costar eso. Y chupitos. Pero estoy entera, tranquis. Hemos ido a un sitio llamado Secret Gardens. A VER, EL MUSICÓN DE MI VIDA. Kanye, Beyoncé, la canción de Nonena que no me acuerdo nunca de cómo se llama pero le encanta, y luego hits de la vida. Todo el rato. He bailado, he hablado mucho inglés. Y aquello estaba lleno de rinconcitos monísimos, sofás por todas partes. Y el último piso, aunque esté tapado, era zona de fumadores, cosa loca, pero aquí todo es así, loquito, loquito. No sé, que estoy muy contenta aquí, ojalá me hagan quedarme más que 6 meses. Lo de 8,75 es porque le he dicho a Chris, uno de los ingleses, que siempre se puede mejorar. Ha sido una noche increíble, probablemente se merezca, al menos, un 9. Pero cuando me ha preguntado le he dicho eso para que no se venga arriba. Mañana han cogido una mesa en Vodoo Rooms. Ahí estaremos, la noche es joven. Y yo también, qué narices.

Ondoloin! (y egunon! para quien me lea por la mañana).

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